Sin la santa indiferencia el Abandono resultará imposible. La voluntad humana debe, pues, ante todo acostumbrarse y disponerse (cosa que generalmente no conseguirá sin paciencia y prolongado trabajo) a sentir privaciones y soportar quebrantos, a no hacer caso del placer ni del dolor; en una palabra, debe aprender lo que los Santos llamaban perfecto desasimiento y santa indiferencia. Un alma santamente indiferente se parece a una balanza en equilibrio, dispuesta a ladearse a la parte que quiera la Voluntad Divina…