Para nosotros, el haber sido concebidos en pecado original es una gran miseria, una profunda humillación; pero aún otra mayor miseria es vivir en él, pero el colmo de todas las desdichas es morir en él. Los hombres se han extraviado en su marcha, cegando sus corazones, quedando cubiertos por densas tinieblas, dejando su vuelta al Señor para un tiempo que no les será concedido, y en la actualidad cuántos viven esperando al último momento para convertirse, mas el demonio los engaña y no saldrán del pecado más que para ser precipitados en el Infierno. Al retardar nuestra conversión nos exponemos a no convertirnos nunca. ¡No despreciemos las Gracias que Dios nos tiene preparadas!