El juicio temerario nace de un corazón orgulloso o envidioso, lo cual es fácil de comprender, ya que el envidioso o el orgulloso solo tiene buena opinión de sí mismo y critica lo que hace el prójimo; lo bueno que en él observa, le aflige y le corroe el alma, solo un corazón malvado puede juzgar mal. Muchas veces por nuestras palabras damos a entender una concepción distinta de lo que sentimos en nuestro interior y algunos piensan que mientras no exterioricen lo que realmente sienten no están obrando mal. Antes de emitir un juicio sobre el prójimo debemos examinar detenidamente los hechos para no equivocarnos. Tratemos de cumplir el precepto del Señor dado a todo el mundo de no pensar, hablar, ni juzgar mal de nadie.