La contrición es un dolor del alma y una detestación de los pecados cometidos, junto con una firme resolución de no recaer. Esta disposición es la más necesaria entre las que exige Dios para perdonar al pecador, sin ella es imposible, absolutamente imposible obtener el perdón de los pecados. La falta de contrición es, por desgracia, la causa de un número infinito de confesiones y comuniones sacrílegas, pero lo que es aún más grave es que ni siquiera nos damos cuenta de tal falta. Es necesario que el pecador llore sus faltas en este mundo o en el otro, con la diferencia de que en éste se pueden borrar las faltas mediante la confesión, más en el otro no.