La muerte llena de gozo y consuelo al varón justo que ha vivido según el Evangelio, seguido las huellas del mismo Jesucristo, y satisfecho a la Divina Justicia mediante una verdadera penitencia. Los justos consideran la muerte como el término de sus males, de sus penas, de sus tentaciones y de todas sus miserias, en la muerte ven el comienzo de su felicidad; ella les proporciona la entrada en la vida, en el descanso, en la bienaventuranza eterna. Mas para el pecador impenitente es motivo de turbación y de espanto porque se ve forzado a abandonar sus placeres. Atormentado por el dolor, devorado por el temor de los horrores infernales a los que pronto ha de precipitarse, se halla abandonado de las criaturas y del mismo Dios.