La Palabra de Dios nos ilumina mostrándonos nuestros deberes, es una refulgente antorcha que brilla ante nuestros ojos, que nos guía en todos nuestros pensamientos, propósitos y acciones, es ella la que ilumina nuestra fe, la que fortifica nuestra esperanza, la que inflama nuestro amor para con Dios y para con el prójimo, es ella la que nos hace comprender la grandeza de Dios, el fin bienventurado para el que fuimos creados, las bondades y su Amor para con nosotros, el valor de nuestra alma, la excelsitud de la recompensa prometida; sí, es ella la que nos pinta la magnitud del pecado, los ultrajes que hacemos a Dios, los males que nos prepara para la otra vida si no cumplimos los preceptos divinos.