Aquel, nos dice el Salvador del mundo, que luche y persevere hasta el fin de sus días sin ser vencido o que al caer haya sabido levantarse y perseverar, será salvado. La oración, la mortificación y la frecuencia de los Sacramentos ayuda a fortalecer el alma del que quiere permanecer en Gracia de Dios, dejándose guiar también por las inspiraciones del Espíritu Santo.