Jesús nos da claras señales para conocer a los buenos cristianos y saber distinguirlos de los malos, indicándonos la manera de identificarlos, a saber juzgarlos por sus obras y no por sus palabras. “El árbol bueno, nos dice, no puede llevar frutos malos, así como el árbol malo no puede llevar frutos buenos” (Mt 7, 18). Para que una obra sea agradable a Dios debe reunir tres condiciones: primera, que sea interior y perfecta; debe ser humilde y sin atender a la propia estimación; debe ser constante y perseverante. Si en todos estos actos halláis estas tres condiciones, tened la seguridad de que trabajáis para el Cielo.