Siempre que Jesucristo nos habla del Cielo, no omite el advertirnos que solo por la cruz y por los sufrimientos podemos merecerlo. Nos dice San Agustín: “Dejad los placeres y la alegría a los mundanos; mas vosotros, que sois hijos de Dios, llorad con los hijos de Dios”. Los sufrimientos y las penas de este mundo provienen de un Dios misericordioso, para hacernos expiar por nuestros pecados, nos hace sufrir unos instantes para hacernos felices por toda una eternidad.