Nuestro Señor se manifestó más de ochenta veces a una Religiosa muy humilde, Margarita María de Alacoque, canonizada por Benedicto XV, revelándole misterios y secretos íntimos de su adorable Corazón, ofreciéndolo como remedio y salvación de su pueblo. En una de esas apariciones, Jesús, descubriéndose el pecho, le mostró su Sacratísimo Corazón, encendido en caridad, despidiendo llamas, rodeado de espinas, abierto por una gran herida y coronado por una cruz. Hizo muchas promesas a fin de atraer a los hombres a su Amor para así renovar en ellos los admirables efectos de su Redención.