La Palabra de Dios y la Doctrina católica tradicional se han de recibir y respetar como nos enseña el Catecismo. En Gálatas 5, 22–23 nos dice que la modestia es uno de los frutos del Espíritu Santo. Y “la pureza exige el pudor, que es parte integrante de la templanza. El pudor preserva la intimidad de la persona. Designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado…”. Todo cristiano debe sentir un verdadero horror a escandalizar, es decir, a ser para otros ocasión próxima de pecado como nos dice en Mateo 18, 6–7.
La disminución o pérdida del pudor trae consigo normalmente una debilitación de la castidad en el uso de la televisión y de los espectáculos, en las modas y costumbres, así como en la conducta de niños y muchachos, jóvenes y adultos. Esos mismos pecados contra el pudor, hacen muy difícil la oración y la relación cordial con Dios.