La humildad es el remedio de nuestra peor calamidad: el orgullo, pues es el "principio de todo pecado" –Eclesiástico 10, 15–. Es importante conocerla y practicarla y para ello el autor hace un estudio profundo de esta virtud en sí misma y en la Historia de la salvación: en la Biblia, en la Tradición, en la Espiritualidad moderna y más.