Mucho hay que temer de los arrepentimientos tardíos, porque rara vez son como deben ser. Una conversión que venga justo en los últimos instantes de la vida es algo raro, engaño en el que caen muchos y escapan pocos. Dios dice: Les estoy llamando toda la vida, y convidando con el perdón, y se hacen sordos a mis voces, y ¿querrían que escuchase Yo las suyas allá a la hora de la muerte?