Este hecho sucedió en Civitavecchia, a 70 Km., de Roma, que es como decir que fue "casi bajo la ventana del Papa". Signo elocuente, las lágrimas de María, no ya reservado a algunas almas elegidas, como Santa Catalina Labouré o Melania Calvat o los muchachos de Medjugorje, sino públicamente ofrecido a la constatación y al sentido de la fe de todos, además del sentido común.