“El que tenga sed de mí que venga a mí, el que tenga fe en mí, el que me acepte, que beba de mis enseñanzas; porque de mi interior saldrán ríos de agua viva”.
Bajo la acción del Espíritu llegamos a sentir seguridad en la esperanza; nuestra vida goza de sentido; vamos al encuentro de Dios que viene hacia nosotros. Volveré, os tomaré, decía Jesús, para que contempléis mi Gloria; para que donde esté Yo estéis también vosotros. (Jn 17, 24).
La esperanza nos hace sentir alegría en el dolor. (Rm 5, 1-5). La culminación de nuestro ser de hijos se dará en el Cielo eterno. Allí viviremos la filiación en plenitud; seremos felices participando el gozo de Jesús y la felicidad de Dios.
La seguridad de la esperanza es una fuerza que ayuda a vivir la filiación, en medio de las dificultades: enfermedades y angustias de la vida.