Nunca, pues, se podrá decir que el culto al Corazón de Dios revelado en Cristo, no es un producto del sentimiento religioso del siglo XVII, ni del jesuitismo antijansenista; sino que brota permanentemente en la Iglesia, con tradición ininterrumpida, desde la tarde del Calvario. Y nos comunica siempre y nos compromete, en la "Pasión y Gloria" del Corazón de Jesucristo.