Muchas personas desde niños han venido "acaparando" conocimientos evangélicos; pero nunca los han profundizado, porque les falta la base indispensable: una sincera conversión. Es lo que muchos libros de teología y catequesis parecen haber olvidado. Ni se puede pretender vivir el Evangelio, si antes, no hay un "nuevo nacimiento". "No puede haber" nueva evangelización, si antes no se provoca ese nuevo nacimiento por medio de una "segunda conversión" en la edad adulta.