El demonio emplea bien el poco tiempo que le queda, tentándonos, haciéndonos caer, combatiendo a brazo partido contra la Gloria de Dios y encontrando siempre multitud de secuaces entre los hijos de Dios. Y tú, hermano mío, ¿en qué gastas el tiempo? El tiempo es la más preciada cosa, riquísimo don que Dios concede al hombre mortal. Tesoro que solo en esta vida se halla, mas no en el Cielo ni en el Infierno. Piensa que el tiempo pasado desapareció y no es ya tuyo; que lo futuro no depende de ti, solo el tiempo presente tienes para obrar. Velemos con las vírgenes prudentes la vuelta del Esposo con las lámparas encendidas en el Amor de Dios, y sobre todo en una entrega filial a la Virgen Fiel, que nos introducirá en “la ciudad que no necesita ni sol ni luna que alumbren en ella: porque la claridad de Dios la tiene iluminada, y su lumbrera es el Cordero” (Apocalipsis 21, 23).