Solo el Espíritu Santo es capaz de sostener a los contemplativos en la soledad, el silencio y la vida penitente, de fortalecer a los confesores para testimoniar la verdad de Cristo, de asistir a los Sacerdotes, padres de familia o Religiosos para que en situaciones, a veces habituales, sumamente difíciles o en momentos de prueba, mantengan un testimonio heroico de abnegación, fidelidad y caridad. Todos queremos que en nosotros actúen plenamente los dones del Espíritu Santo. Pero ¿cómo podríamos adquirirlos? El conocimiento del Espíritu Santo y ciertas disposiciones receptivas del alma nos pueden preparar a recibirlo para que nuestro caminar a la Vida Eterna sea guiado por obra del Espíritu Santo.
Con frecuencia los teólogos «tratan muy a la ligera las cuestiones referentes a los dones, tal vez porque no se han dado exacta cuenta de la importancia máxima que tienen, lo mismo en el orden especulativo, para la verdadera ciencia teológica, que en el orden práctico, para formarse una idea exacta de lo que es o debe ser la vida cristiana»
Estas páginas quieren ser un homenaje a aquellos grandes maestros de la escuela dominicana que más han brillado en la doctrina de los dones del Espíritu Santo como son Santo Tomás de Aquino, el Papa León XIII con su encíclica sobre el Espíritu Santo “Divinum illud munus”, entre otros.