San Agustín dice: “la virtud se perfecciona en la enfermedad”. Y al no nombrar una virtud en particular, da a entender que se perfeccionan todas. Se perfecciona la caridad con Dios, mortificando el amor propio; la misericordia con el prójimo, aprendiendo de la propia miseria a compadecerse de la ajena; la obediencia, conformando su voluntad con la Divina en todo lo que le da pena; la paciencia, en aceptar el tormento del cuerpo con alegría del espíritu; y las demás virtudes morales cuando pasan por este crisol salen como el oro, más resplandecientes, por la ocasión que tiene de vencer mayores dificultades, y ejercitar sus actos heroicos.
La tribulación, como dijo San Pablo, engendra paciencia, la paciencia, prueba; la prueba, esperanza; y la esperanza no sale vacía, sino que recibe mucho más de lo que esperaba; porque la Caridad de Dios se derrama en los corazones de los que bien padecen por la plenitud del Espíritu Santo que mora en ellos, y con su Presencia les llena de Divinos gozos.
Colección Grandes Tesoros de la Espiritualidad #61