Martín, el humilde Mulato, tenía 15 años cuando cruzó los umbrales del Convento. Fray Escoba lo llamaban sus compañeros, ya que fue encargado de la tarea de barrer el Convento, siempre desempeñó sus obligaciones, por muy insignificantes que fueran, con inmenso amor. Dios llenó su vida de muchas bendiciones y dones extraordinarios.