Nació el 7 de enero de 1844 y fue bautizada dos días después de nacida en la iglesia de San Pedro de Lourdes. No sabía leer, ni escribir, apenas sabía el Padrenuestro, el Avemaría y el Credo; tampoco sabía el catecismo ni había hecho la primera Comunión. Sin embargo, Dios la escogió para ser la mensajera de María y decirle al mundo que Ella era la Inmaculada Concepción, declarada así solemnemente por el Papa cuatro años antes.
La Virgen María se le apareció durante 18 veces, desde febrero hasta julio de 1858. A partir de las apariciones, su vida cambió sustancialmente. En 1866 entró como Religiosa de las Hermanas de la Caridad y de la Instrucción cristiana de Nevers.
El principal mensaje que Dios quiso dar al mundo por medio de María y con la colaboración de Bernardita fue el de rezar por los pecadores.
Su vida oscura y escondida a primera vista, fue ante Dios la de un gigante de la santidad. Por ello, después de su muerte, Dios la glorificó, haciendo que su cuerpo apareciera incorrupto.