Cada vez que bendecimos a otros, aunque no fuera nuestra intención, estamos también atrayendo esas mismas bendiciones para nosotros mismos.
Todos los hijos de Dios estamos llamados a ser bendición para otros. Pero la bendición más importante de todas, es la que debemos dar a nuestros hijos.
Jesús nos pide que bendigamos incluso a nuestros enemigos (Mateo 5, 44 – 48).
He aquí un extracto del libro:
Dios nos regaló el don del habla para que bendigamos todo y a todos
La palabra bendición tiene varias acepciones. Entre otras cosas, bendecir quiere decir: “Alabar, engrandecer, ensalzar”.
Bendecir quiere decir: pedir la protección de Dios en favor de otras personas, en favor de nosotros mismos o en favor de alguna cosa o situación concreta.
Bendecir, quiere decir: expresar una gran satisfacción y felicidad.
Bendecir, quiere decir: Dar poder para prosperar.
Bendición es hablar bien de alguien o de algo.
Bendición es, en nombre de Dios, declarar un buen deseo.
Como resulta fácil colegir, bendecir, viene de: “Bien decir”, o sea, expresar cosas buenas, gratas, deseables, positivas.
Cada vez que bendecimos a otros, aunque no fuera nuestra intención, estamos también atrayendo esas mismas bendiciones para nosotros mismos.
Como dice San Pablo:
Lo que me enviaron fue como una ofrenda de incienso perfumado, un sacrificio que Dios recibe con agrado. Por lo tanto, mi Dios les dará a ustedes todo lo que les falte, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús (Filipenses 4, 18 – 20).
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