Es por medio de la oración que el hombre va a Dios, y que Dios entra al hombre. La oración, lejos de ser una simple recitación de fórmulas, es un estado místico en el cual el espíritu se sumerge en Dios. La oración puede ser definida como la elevación del alma hacia Dios. El que comienza a orar comienza a salvarse, aunque sea un delincuente. El que deja de orar, empieza a perderse, incluso si es un santo.