Su fin fue animar a los fieles a la práctica de la virtud poniéndoles a la vista el ejemplo más perfecto que puede ofrecérseles después de Jesús.
Aquí el autor sigue, por decirlo así, a María en los diversos misterios y en las diversas circunstancias de su vida, desde su Inmaculada Concepción hasta su triunfante Asunción; considera su conducta, sus sentimientos, las importantes lecciones que da con su ejemplo y enseña a conformarse con este ejemplo en las diferentes situaciones de la vida en que puede hallarse cada uno.
A fin de interesar y tener más atento al lector, procura variar el modo de presentar los asuntos de que trata para instruir, hablando ya con Dios, ya con el que lee, ya con los Cristianos en general; reflexionando algunas veces como si estuviera solo, y en forma de meditación; e introduciendo otras veces y con bastante frecuencia, a la Madre de Dios, que habla con su siervo.
En el libro cuarto se aparta del plan general de la obra; mas espera que los siervos de María vean con gozo que ha procurado reunir en el espacio de algunos capítulos todo lo relativo a la devoción a la augusta Madre de Dios y todo lo que es propio para mantener y reanimar los sentimientos de respeto, amor, confianza, en una palabra, los diversos sentimientos de que debemos estar colmados para con esta divina Señora.