-¿Qué tan alto debo crecer? –pregunté.
-¿Qué tan alto crecerá el bambú? –me preguntó como respuesta
-¿Tan alto como pueda? –observé
Nunca te arrepientas de un día en tu vida.
Los buenos días te dan felicidad.
Los malos días te dan experiencia.
Ambos son esenciales para la vida.
La felicidad te mantiene dulce.
Los intentos te mantienen fuerte.
Las penas te mantienen humano.
Las caídas te mantienen humilde.
El éxito te mantiene brillante.
Pero solo Dios te mantiene..., caminando.
Nuestro amigo, aunque no del todo convencido vio una nueva luz en su alma, un atisbo de esperanza, una nueva razón para no abandonar la batalla. Empezó a entender que cuando todo se pone en nuestra contra, siempre hay una razón para seguir luchando. “Para los que aman a Dios, todo lo que les ocurre es para su bien” (Rm 8, 28)
Jesucristo sabía perfectamente que podíamos tener dificultades para entender “sus caminos” por lo que en muchos lugares de las Escrituras aparecen recogidas insistentemente estas mismas enseñanzas.
¿Acaso no te acuerdas que Jesucristo se estuvo preparando silenciosamente durante treinta años para cumplir su misión? Los cimientos de una casa son capaces de predecir cuán alto será un edificio, pero pocas personas se fijan en ellos.
Queremos ganar “la carrera” sin habernos fatigado.
Todo llegará a su tiempo. Quizá ahora el Señor quiere que eches raíces. Confía en Dios. Ten paciencia. Dios tiene su tiempo. A nosotros nos toca ser fieles. El fruto vendrá; pero cuando Dios quiera. Y si en alguna ocasión te llega la duda, recuerda la moraleja de este cuento.
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