Cuando uno languidece por los sufrimientos físicos o morales y tal vez también se ve incomprendido por demasiada gente, a veces hasta por nuestro entorno, queda sin embargo una gran Luz: hay nuestro sí, sí al Amor, sí a la Voluntad Divina, este sí, que es nuestra fuerza en el exilio. Este sí es una palabra corta, pero si se acepta los sufrimientos y nos unimos a la Voluntad de Dios con generosidad, se llegará a una gran perfección y a la santidad heroica… Por consiguiente, santificarse no es cuestión de actividad, ni de obras importantes, ni de inacción a falta de salud física, sino de realizar esta santidad según la Voluntad de Dios; el factor decisivo no es, pues, ni el sufrimiento, ni la enfermedad, ni la salud, sino solamente el aceptar la vida que Dios nos envía… Basta con decir sí; entonces, qué sencillo es ser perfecto y hacerse santo. No hay que buscar nada; basta con aceptar todo. En efecto, es Dios, hermanos míos, el que traza el camino de nuestra vida.
Esta obra tiene su origen en un ambiente de sufrimiento. Fue escrita por una religiosa que padeció duros sufrimientos a causa de una grave enfermedad. Provista de los permisos requeridos ella escribió, en gran parte en su cama, a menudo con fiebre, pero sostenida por la idea de así poder procurar tal vez algunos consuelos y luces a otras almas afligidas. Sus escritos han sido leídos con gran beneficio, primero por sus compañeros enfermos; luego fueron mecanografiados, revisados y puestos en forma. Se espera que esta obra siga haciendo mucho bien a muchas otras almas que sufren.
Número de páginas: 202
Dimensiones: 9 x 13,5 cm.
Peso: 3,26 oz. (92,6 gr.)
"Trabajamos para la gloria de Dios y la salvación de las almas"
Nuestra Fundación distribuye literatura cristiana de varias Editoriales Católicas de Hispanoamérica, pero de una manera particular, difunde su propio fondo editorial, en el que constan las grandes obras de Espiritualidad Cristiana.
"San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo
contra la perversidad y asechanzas
del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú Príncipe de la Milicia Celestial,
arroja al infierno con el divino poder
a Satanás y a los otros espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.
Amén."