En la hora de la prueba recibimos más Gracias de lo que nos imaginamos. Por eso temamos ser ingratos… No nos inquietemos por todo lo que tememos que pueda suceder. Puede sobrevenir o no una catástrofe. Sin embargo, son siempre las Manos Divinas las que lo permiten; nosotros solamente debemos besarlas, aunque estemos llorando e implorando, porque Él tiene su designio que es bueno, el de embellecer nuestra alma y evitarnos el castigo eterno. Abandonémonos a estas manos con el Espíritu de Jesús, con su manera de entregarse a los que le crucifican, y eso con el mismo Amor que nos tenía cuando hizo el don sangriento de su propia Vida para todas las almas; esto es seguir estrechamente y continuamente al Amor Infinito. No se confía en vano en Dios y no se apoya inútilmente en el Corazón de Cristo. En lo que el mundo llama un destino amargo, veremos siempre una Obra de la Providencia y del Amor de Dios más bien que un castigo o el tributo de la Justicia.
Esta obra tiene su origen en un ambiente de sufrimiento. Fue escrita por una religiosa que padeció duros sufrimientos a causa de una grave enfermedad. Provista de los permisos requeridos ella escribió, en gran parte en su cama, a menudo con fiebre, pero sostenida por la idea de así poder procurar tal vez algunos consuelos y luces a otras almas afligidas. Sus escritos han sido leídos con gran beneficio, primero por sus compañeros enfermos; luego fueron mecanografiados, revisados y puestos en forma. Se espera que esta obra siga haciendo mucho bien a muchas otras almas que sufren.
Número de páginas: 168
Dimensiones: 9 x 13,5 cm.
Peso: 2,78 oz. (79,0 gr.)
"Trabajamos para la gloria de Dios y la salvación de las almas"
Nuestra Fundación distribuye literatura cristiana de varias Editoriales Católicas de Hispanoamérica, pero de una manera particular, difunde su propio fondo editorial, en el que constan las grandes obras de Espiritualidad Cristiana.
"San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo
contra la perversidad y asechanzas
del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú Príncipe de la Milicia Celestial,
arroja al infierno con el divino poder
a Satanás y a los otros espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.
Amén."