El buen Jesús es el médico de todos los enfermos, de los afligidos, de los que disimulan un corazón herido, un alma quebrantada. Jesús sigue siendo Jesús aun cuando parece que está lejos. Pero al contrario, Él está muy cerca de nosotros, y sólo Él conoce nuestros tormentos íntimos. Su Corazón Divino nos sigue sin cesar, y basta sólo con su mirada penetrante para curar heridas incurables, tanto físicas como morales. Sólo Él puede descubrir nuestros secretos íntimos a través del lenguaje de las lágrimas ocultas, o comprender los latidos de un corazón lastimado. Almas sufrientes, queridos hermanos, confiémonos a este Amigo fiel y Divino y tengamos una Fe viva. Cristo comparte nuestra vida de sufrimiento, por eso debemos actuar conforme a su Espíritu e irradiarlo alrededor de nosotros. Entonces, por más grande que sea la intensidad de nuestros dolores, éstos nunca podrán impedirnos actuar según el espíritu del Evangelio... el verdadero Espíritu de Jesús, que es Espíritu de fuerza y de generosa aceptación.
Esta obra tiene su origen en un ambiente de sufrimiento. Fue escrita por una religiosa que padeció duros sufrimientos a causa de una grave enfermedad. Provista de los permisos requeridos ella escribió, en gran parte en su cama, a menudo con fiebre, pero sostenida por la idea de así poder procurar tal vez algunos consuelos y luces a otras almas afligidas. Sus escritos han sido leídos con gran beneficio, primero por sus compañeros enfermos; luego fueron mecanografiados, revisados y puestos en forma. Se espera que esta obra siga haciendo mucho bien a muchas otras almas que sufren.
Número de páginas: 162
Dimensiones: 9 x 13,5 cm.
Peso: 2,66 oz. (75,4 gr.)
"Trabajamos para la gloria de Dios y la salvación de las almas"
Nuestra Fundación distribuye literatura cristiana de varias Editoriales Católicas de Hispanoamérica, pero de una manera particular, difunde su propio fondo editorial, en el que constan las grandes obras de Espiritualidad Cristiana.
"San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo
contra la perversidad y asechanzas
del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú Príncipe de la Milicia Celestial,
arroja al infierno con el divino poder
a Satanás y a los otros espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.
Amén."